Porque lo necesito.
Porque creo que todos lo necesitamos. Escribirlas, leerlas o imaginarlas. Porque están dentro de nosotros, porque son parte de nosotros. Porque nosotros somos historias dentro de historias dentro de historias, y cada una de ellas esconde cientos, no, miles de aventuras que emocionan a cientos de personas y que se funden con sus miles de historias para dar lugar a millones de nuevas ideas.
Porque para mí es como respirar, como dormir o como beber. Sueño, sueño, sueño con ellas y con sus protagonistas. Con príncipes que luchan por rescatar a princesas, con dragones que guardan la torre con propósitos ocultos y encierran secretos tan antiguos como las estrellas, con magos que inventan hechizos y mezclan pociones, con villanos que idean estrategias y urden planes, con mundos que no son el mío pero que al mismo tiempo siguen siendo iguales.
Hablo de miedos, hablo de ambiciones, hablo de secretos, de sueños y de deseos. Hablo de amor y de odio. De alegrías y de tristezas. De sentimientos que conozco y de otros que espero no conocer jamás. Pasiones que todos hemos vivido y que nos acompañan en cada decisión que tomamos, en cada camino que escogemos. Emociones que nos preparan, emociones que nos hacen recordar, emociones que nos ayudan a no olvidar.
Lucho sin espada, con ayuda de una pluma y de su tinta, pinto bosques en blanco y negro que cobran vida ante mis ojos, que encierran criaturas que ni yo mismo he podido imaginar y misterios que aguardan a que sea otro quien los desvele. Veo lugares sin apartar la mirada del papel, escucho tonadas sin conocer la melodía, describo rostros que nunca he contemplado. Invento historias que conozco sin dejar de maravillarme y sorprenderme a partes iguales. Porque están vivas. Porque los personajes no cobran vida cuando hablo de ellos; los personajes llevan vivos más tiempo que yo mismo. Me cuentan su historia, a veces real, a veces inventada. Me cuentan verdades, pero también mentiras. Me hablan de su pasado mientras yo imagino su futuro.
Escribo porque sé que habrá alguien que quiera leer. Nunca serán todos, pocas veces serán muchos. Pero sólo por uno merece la pena. Sólo con que alguien termine el cuento y sonría, o se quede con la intriga, o con el miedo, o con preguntas sin respuesta, o con deseos de continuar, o con la sensación de conocer algo que antes no conocía, habrá merecido la pena. Porque sé que el cuento ha dejado de ser sólo mío, que la historia de sus protagonistas no va a ser olvidada tan fácilmente, porque sé que, aunque sea como un suspiro entre idea e idea, algo ha pasado a pertenecer al lector. Algo que antes era mío y que ahora es nuestro. Algo que ya forma parte de otra historia más grande, otro cuento incompleto.
Por eso escribo. Y por eso seguiré haciéndolo. Aprenderé de mis errores y me levantaré una y otra vez después de caer. Escucharé a los que saben para mejorar, sin perder la ilusión de dar a conocer los cuentos que quiero contar, que necesito contar.
Invento mundos. Imagino personajes con miedos y sueños. Abro puertas y ventanas. Abro paredes que dan a bosques encantados en los que uno puede perderse. Cuento historias. Cuento cuentos. Cuento…